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Cultura

02 de October de 2007 - 16:20

Marta Mariño hace un recorrido por tres décadas de su obra en el Miller

Por: archipielagonoticias.com   
Una de las obras de la artista
El miércoles 3 de octubre, en el Edificio Miller, del parque Santa Catalina, tendrá lugar la inauguración de la exposición ‘Los años pintados (1977-2007)’ de Marta Mariño, que organiza el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.
Marta Mariño es una de las creadoras más sobresalientes del panorama artístico contemporáneo de Canarias y pertenece a la generación de pintoras que alcanzaron la madurez artística a finales de los años 70 y los 80.
Esta retrospectiva realiza un recorrido por las tres décadas de su interesante y reflexiva trayectoria creativa. Gran parte de sus obras se encuentran expuestas en importantes museos y centros institucionales de Canarias, España, Francia, Alemania o Venezuela.

La artista fue la autora del cartel de la edición del Festival de Música, una obra en la que la pincelada se confunde con la nota musical. La pintora Marta Mariño (Las Palmas de Gran Canaria, 1954) es la autora del cartel titulado Memoria. Dicha obra de Mariño, pintada originariamente en óleo antes de ser traspasada al cartel, es un cuadro de un rojo intenso vibrante, con una mancha blancuzca que sugiere una partitura. Este cuadro, que se inscribe en la serie Leer lo pintado, fue realizado mientras la artista oía música clásica, como por otra parte suele hacer, especialmente de violín. Entre los autores que más oye están Paganini y Pachelbel y entre sus intérpretes predilectos figuran Han-na Chang y Joshua Bell.
Marta Mariño explicó así su cartel: "En esta pieza, tanto los colores como la simbología me permiten un acercamiento lúdico a lo que significan los sonidos entremezclados con los intervalos cromáticos a los que corresponde un número determinado de pinceladas, como si fueran notas musicales que se activan cuando son empujadas a sonar".
Marta Mariño es Licenciada en Bellas Artes. Ha realizado exposiciones individuales en el Departamento Cultural Cruz Mayor. Las Palmas de Gran Canaria (1977), la Casa de Colón. Las Palmas de Gran Canaria (1980), la galería Vegueta (1984, 1991), el pub Factoría (1988), la sala San Antonio Abad (1989), el Centro de Iniciativas Culturales de la Caja de Canarias (1992, 2000), la Sala Juan Ismael del Cabildo de Fuerteventura (1996), el Colegio de Arquitectos de Canarias, sede de Gran Canaria (1997), el Club Prensa Canaria (1997), Ateneo de La Laguna (1999), galería Antonio Machado, Leganés (2003), Circuito insular de Artes Plásticas (varias salas de Gran Canaria, 2004-2006).
Entre las exposiciones colectivas en que ha participado Mariño están Anastomosis (La Regenta, 1994) o 15 mujeres. Casas Consistoriales, Las Palmas de Gran Canaria (1994).


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Arte. Por Agustín Quevedo Pérez. Exposición de ceras de Marta Mariño.

Con esta idea clara del trabajo responsable nos presenta Marta Mariño una exposición -nos parece que es la primera individual suya- de ceras, pero de ceras muy bien Fextoradas en la Casa – Museo Colón. Y decimos lo de idea clara porque la joven pintora sabe dominar los ritmos expresivos del lenguaje pictórico. Esto es fundamental. Y lo es porque ha sabido configurar los planos del interés desde dentro – no colocándolos desde fuera, que es lo academicista- del cuadro. Desde dentro, decimos, pero alternando los valores dinámicos y los expresivos con esa especie de formas que surgen humanizadas, recreadas de lirismo. Luego viene la decisión cromática o la fuerza imperativa del claroscuro, el acento evasivo de la mancha, la intensidad catártica de la imagen que emerge de todo ese contenido pictórico.


Paisaje con gaviotas, última muestra de Marta Mariño. Por  Natalia Sosa Ayala.

Los paisajes de Marta Mariño son casi de aire, de suaves brumas que atraen y llaman poderosamente la atención del alma. Además, se presentan trabajados amorosa y laboriosamente, como si los colores no quisieran apenas rozar la tela. Algunos son de vivo color rojo; otros de tenues grises y de leves azules que jamás desentonan dentro de una conjunción de matices bellísima. Nada parece romper la armonía que une las tonalidades, ningún desgarramiento en la pincelada. Son trozos del vacío delicadamente armonizados, donde la única figura es la suave línea de una gaviota flotante, de las alas extendidas, atrapada entre las imaginadas nubes de un universo en calma.

Marta Mariño, una mujer pintora. Natalia Sosa Ayala.

Marta Mariño sabe que ese símbolo suyo repetido de la libertad buscada, esa ave a veces celeste, a veces rojo, en ocasiones pálido y lejanísimo, con que conforma la mayoría de sus cuadros no debe representar nuestro propio alejamiento de otros paisajes ni de otras tierras, sino más bien debe propiciar el enriquecimiento de nuestra identidad insular. Al artista lo hace libre su creación, su poder de imaginación, su poder imaginativo, su armonía con el universo, su casi no pertenecer a ningún sitio siendo de todas partes, como advierto en los rugientes rojos, en los violentos azules de las montañas que son otra parte importante de la obra singular de Marta Mariño.



Canarias7. Cultura. Domingo 6 de abril, 1986.
Marta Mariño, una impaciencia de cálidos colores.  Por Dolores Campos-Herrero.

Como ejecutante, a Marta Mariño no le satisface en absoluto esa plasmación de situaciones límites que recurre al desagrado, a  los colores fríos o a la provocación. Su gusto va por los tonos cálidos, por el gesto placentero, por las superficies grandes en las que el artífice se pierde.


Diario de Las Palmas. Viernes 1 de agosto, 1986.
Jóvenes artistas. El color como fundamento. Por Úrsula Calero.

Para Marta Mariño, la pintura es una forma de expresión a través de la cual intenta llegar a un receptor al que le vas transmitiendo las emociones, los estados de ánimo. Es una mujer bastante tranquila, característica esta que se desprende de sus cuadros en los cuales predominan los colores claro, pastel.








El Día. Tagoror. 8 de febrero, 1987
Ocho pintores en busca de su propio nombre. Por Carlos Díaz- Bertrana, Carlos Gaviño de Franchy, Domingo – Luís Hernández.

Marta Mariño, a través de su serie de las lámparas, utiliza sus temas como justificación referente de la luz y los campos de color que establece. Se sirve de una pincelada expresionista a la manera de fondo con colores muy ácidos. Una untura de atrevidas composiciones que, no obstante, puede recordar cierta pintura decorativa, lo que, más que un factor negativo, termina potenciando su preocupación formal por los contrastes lineales de espacio y color organizados de un  modo constructivista cuya tendencia es más abstracta que figural.





Javier Cabrera. Julio, 1989.

Está claro que lo que emana de sus manos no es la impronta de esos utensilios como ansia de definición, deja entrever en esta muestra que no son los objetos su entretenimiento: ellos ya han descrito su universo por sí mismos. El ansia es que el ojo lea, no simplemente, la naturaleza velada – que no muerta – que los enseres catalogan, que atraviesen más allá y se acerquen a la bruma perfumada que traza el ordenamiento de los espacios sobre las piezas, las rasgaduras que el color propone en su inserción con las transparencias interiores, las regiones que se condensan en los planos: sus fronteras entre sí.


La Provincia. Domingo 8 de octubre, 1989.
Expone en San Antonio Abad. Marta Mariño: “¿Adivina quién viene a cenar esta noche?”. Por Francisco M. Lezcano.

Las telas de Marta Mariño complican lo simple y simplifican lo complejo a través de cierta vocación lírica que oscila gradualmente entre dos vías – apuesta de color y una sugerente dispersión de acentos - , Mariño ha acertado a definir en este nuevo ciclo un atractivo conjunto de caminos en su distendido asombro por los objetos habituales y abundantes.


Marta Mariño, escenarios de una melancolía doméstica. Por Víctor Rodríguez Gago.

Las formas exhiben con espíritu lúdico su ambigüedad: platos ovoidales, geometría imprecisa, cubertería gestual,…El contrapunto viene del lado de los acrílicos, en los que las figuras se emergen en una atmósfera de profundidad melancólica. El material, infrecuente por su espontaneidad y destreza, está gobernado por una ambición poética sobre la que conviene detenerse y reflexionar. Un ambiente de dulce pereza, ausencia e ironía pulula en estos cuadros. Un clima, llega  pensarse, que se parece mucho a los días vividos de puertas adentro.


Canarias7. Cultura. Sábado 6 de octubre, 1990.
Siete artistas se distancian con afecto de Felo Monzón. Por Víctor Rodríguez Gago.

Autores ajenos a la órbita de la escuela Luján Pérez y abiertamente críticos con el modelo de identidad dinámica entre arte y sociedad que representa el posicionamiento estético de la tradición indigenista rinden homenaje a Felo Monzón en una muestra colectiva que se inaugura esta tarde en el Castillo de la Luz. Pese a su construcción panegírica, la exposición Seis pintores y un escultor, a Felo Monzón subraya el establecimiento de actitudes propias de la evolución del arte en los últimos años y que a menudo se manifiestan en abierta contradicción con la utopía positivista característica de los movimientos de vanguardia ensayados en Canarias. La mixtificación moderna que deja tras de sí la contemplación global de la producción de Felo Monzón.


Diario de Málaga. El Patio. Miércoles 23 de octubre, 1991.
La galería Marta Moore inaugurará la temporada con una colectiva de pintores. Por J.L. Montoya.

Como me tiro yo ahora por la parte de la pintura, porque mañana inaugura su temporada la sevillana Galería Marta Moore, con cuya directora, Marta Jiménez Sequeiros, estuve hablando acerca de la apertura, quien me decía al respecto:
-       Abrimos con una colectiva de pintores canarios que son muy conocidos allí y que en su mayoría nunca ha expuesto en Sevilla, aunque sí han estado muy interesados en ello desde hace tiempo.
-       ¿Sus nombres?
-       Son Alfonso Crujera, Agustín Hernández, Jerónimo Maldonado, Marta Mariño, Lola Massieu y Pilar Rodiles, de los cuales la última expuso en nuestra galería la temporada pasada.
-       ¿Estilos?
-       En su mayoría son abstractos.


Canarias7. Jueves 30 de julio, 1992.
La artista expone en “La destilería”. Marta Mariño, variaciones pictóricas en torno al golf.

Marta Mariño ha consagrado su última pintura al deporte del golf, cuyas posibilidades plásticas explora a través de un conjunto de imágenes en las que existen códigos racionales, como el alfabeto o la geometría, junto a una experimentación expresionista en el espacio, cuyas bazas son una atractiva gama de colores en las que predominan el azul y el verde, y una gestualidad temperamental como seductora. Marta, que ya venía trabajando en esta integración de signos después de atravesar una etapa en la que indagó con mirada moderna en las naturalezas muertas, ha escogido el deporte del golf como motivo de su pintura debido, sin duda, a que ella misma vive en las inmediaciones del Campo de Golf de Bandama, e incluso, a una eventual afición personal.





La Provincia. 1992.
Marta Mariño conquista la superficie jugando al golf. Por Francisco M. Lezcano.

Una exploración.
¿Pero qué es lo que procura Marta Mariño? Una exploración. La puesta en marcha de ciertos valores visuales al medio, pero no tanto mirando “con” la pintura hacia fuera, sino “en” la pintura hacia adentro. El rigor permite jugar con la metáfora y regresar de nuevo al rigor. El campo de juego específico en donde se practica el deporte es transformado por Mariño en una suerte de contraste pictórico que participa al mismo tiempo de las claves del paisaje soñado. La pintura concierta una serie de factores – color, espacio, tensiones, ritmos, densidades – en un intento de mimetizar lo ajeno. Ya se sabe: pronunciamientos de quién imita a quién, a partir del arte y la naturaleza.


Cultura. Exposiciones/ Centro de Iniciativas culturales. Domingo 25 de abril, 1993.
La nostalgia y el placer. Por Claudio Utrera.

Leer lo pintado.
Bajo el título de Leer lo pintado, Marta Mariño expone 27 óleos de mediano y gran formato así como 18 ceras de pequeñas dimensiones con este único tema como eje central. Pero lo realmente admirable es que la contemplación de estos cuadros nunca resulta monocorde ni excesivamente obsesiva.
Examinar los desdibujados volúmenes que descansan en estos lienzos es, por el contrario, como acudir a una celebración por la supervivencia de la letra impresa ante el serio peligro de su desaparición en un futuro próximo. Mariño nos propone con su nueva serie ésta y otras muchas reflexiones para que podamos cuestionar todo lo que referencial o simbólicamente nos sugiere la visión de un libro en un espacio cargado de soledades y de vacío.


Diario de Las Palmas. Sábado 22 de mayo, 1993.
Marta Mariño: Páginas en blanco. Por Ángeles Alemán.

Los más interesantes, más bellos cuadros de esta producción vienen determinados por el blanco, por la tentación, que siempre supone una página en blanco, o a medias escrita. O un lienzo en blanco. La página que se ve atrapada por los dedos en forma de surcos. Marta Mariño realiza, al mismo tiempo que los acrílicos sobre lienzo, cuadros de pequeño formato donde la técnica protagonista es la cera.
De su trabajo con ellas, Marta acostumbra a dejar las marcas de sus dedos sobre la pintura, y eso lo transporta a los acrílicos, especialmente a los que sirve para recrear papel en blanco.









Diario de Las Palmas. Lunes 30 de agosto, 1993.
Encuentro cultural en la finca de Osorio. Por Loly Rodríguez.

Al encuentro asistirán jóvenes inquietos del mundo de la cultura. Javier Cabrera, Sergio Domínguez Jaén, Juan Ezequiel Morales, Antonio Perdomo, Ángel Sánchez, Jonathan Allen y Rosario Miranda serán los encargados de poner calificativos a un entorno tan especial como es la finca de Osorio. Por su parte, los pintores Cira Ascanio, Alfonso Crujera, Agustín Hernández, Jerónimo Maldonado, Marta Mariño, Lola Massieu, Pilar Rodiles y Fabiola Urbani darán sus “pinceladas” de color en un espacio natural que recoge todas las tonalidades. Los fotógrafos Ángel Luís Alday y Andrés Solana recogerán en sus instantáneas las maravillas que el entorno esconde. A su vez, los músicos Juan Molina, Francisco Moreno, José Luís Moreno, José Carlos Suárez y Salma Tabraue ambientarán con sus notas una semana que promete ser de lo más interesante y en la que participarán también el asesor botánico Salvador Martínez y videográfico Octavio Cardosa.


Diario de Las Palmas. Sábado 21 de mayo de 1994.
Anastomosis: archivo o cuadernos de Osorio, simetría de un encuentro. Por Ángeles Alemán.

Marta Mariño, tal como venía haciendo en su obra anterior – las páginas de los libros aparecían agrandadas, transformadas, dando a la escritura una gran importancia – apunta en estos cuadros la poética de los encuentros – el rojo, el amarillo… y gira hacia una pintura despojada de referentes figurativos.


La Provincia. Dominical. Domingo 28 de abril, 1996.
Marta Mariño, en Fuerteventura. Por Luís León Barreto.

En todo caso, podemos añadir que la muestra figuran unos 16 trabajos de formatos medianos y grandes, en los que son representadas una diversidad de figuras con mucha gestualidad; desde la cabra oscura a la luminosa, desde el paisaje sombrío al paisaje más claro. Como decíamos, ésta será la octava individual de esta pintora, que hizo su primera aparición pública en el 77 (Cruz Mayor), en el 80 se presentó en la Casa de Colón; en el 84 en la galería de Vegueta; en el 88 en la Factoría; en el 89 en San Antonio Abad; en el 91 repitió Vegueta; en el 92 en el Cicca y ahora en el Cabildo majorero. En cuanto a las últimas colectivas, citemos el encuentro multidisciplinar de creadores en la finca de Osorio, en el año 93; la muestra “Anastomosis”, muestra itinerante de 1994;  “Salvar Veneguera”; Jornadas sobre la mujer y muestra de los Derechos Humanos, todas en este año 96.


Marta Mariño expone en la Isla su obra inspirada en la cabra majorera. Por Luciano Ramírez.

La autora ordena en estos cuadros su visión del animal, su asimilación de la estética de los animales en sus cabras y baifos, tanto en la presentación como en la memoria, y así la recoge libre en el campo, gesteando en su corral o quieta mirando al infinito en un disimulo ausente de todo tipo de preocupación.

Diario de Las Palmas.
Mariño en la isla de las cabras. Por Paco Medina.

La artista Marta Mariño inaugura la semana que viene en la isla de Fuerteventura su nueva serie, “Capraria”, una propuesta en la que Mariño elabora una delicada y meticulosa producción plástica alrededor de la cabra, animal de la presencia cotidiana en el hábitat majorero y hacedor mágico de vida en la mitología. En esta entrevista la creadora, que no exhibía su obra de manera individual desde 1992, explica las claves de este nuevo ciclo pictórico, del momento de confusión cultural que maniata a Canarias y del papel de la mujer en el arte del siglo XX.


La Provincia. Cultura. Sábado 27 de septiembre, 1997.
Los mares hondos de Marta Mariño. Por Luís León Barreto.

Un mar muy digerido desde el pensamiento, porque el tema requiere alguna densidad metafísica. Frente a la tentación de la pintura fácil, su mirada tenía que ofrecer algo más : un mar aprisionado en estrechos formatos verticales y también un mar esponjoso y con aspiración de libertad. El mar de la claustrofobia insular y el mar de la expansión instintiva. Un mar sin tumulto, pues la maresía es voz canaria adoptada de Portugal que designa esa sutil neblina de la rompiente, el agüilla del combate entre contrarios, que impone no sólo una vegetación sino también un espacio ambiguo y ecléctico que tal vez genera incluso una idiosincrasia,. El olor de yodo y salitre, el impulso corrosivo del cuerpo y la memoria, pues no en vano es altivo y poderoso el mar.


Canarias7. Pleamar. Martes 30 de septiembre, 1997.
Diálogo de la pintora y su mar. Por Juan Ezequiel Morales.

El mar es, para todo artista clásico, una asignatura obligada, y ahí ha llegado Marta Mariño, tras haber recorrido multitud de conceptos, también tópicos, pero no tan avasalladores, grandiosos y definitivos como este. Cuando estuve frente a sus cuadros me extrañó su comentario de que surgieron, me dijo,  sin que estuvieran vinculados a ningún lugar, playa, muelle, puertito o costa en concreto. Si acaso dos piezas sí que estuvieron afectadas de su visión del mar desde las medianías, a diez o quince kilómetros de distancia, cuando la pintora baja a la ciudad. Pero la mayoría de sus representaciones del mar, con sus orillas y horizontes, se plasmaron en sus cuadros desde el abstracto que habita en su depósito memorístico e intelectivo.


La Provincia. Cultura. 2 de octubre, 1997.
Botella al mar. Mariño. Por Lázaro Santana.

Marta pinta esos marinos con verticalidad enjuta: en unos, la arena parece una columna amarilla que sostiene al mar, arriba, como el techo de una casa de la naturaleza; en otros, el mar está abajo, en un rincón a la izquierda, como derramado de un vaso. Un sutil equilibrio hace que el agua no se vuele en aquellos, y que no perezca aplastada en éstos. El mar siempre está en su sitio como “recompensa después de un pensamiento” es decir: asumiendo la forma pictórica que ha generado el pensamiento.

Diario de Las Palmas. Lunes 6 de octubre, 1997.
La pintora Marta Mariño expone su obra “Maresía”. Por J. A. Liria.

La pintora, que ha participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas en los últimos 20 años, parece ser fiel a sí misma; a su idea de las cosas, a sus sentimientos. La pintura parece en Marta Mariño un refugio de sí misma. No importa que utilice óleo o cera, como en estas exposiciones que ha inaugurado hace unos días, porque ella describe lo que ve, lo que siente y lo que pretende que los demás capten, aunque siempre parece que deja algo a la interioridad.


Diario de Las Palmas. Miércoles 8 de octubre, 1997.
Mariño y Lezcano, en la nueva temporada pictórica. Por Alfonso O´shanahan.

Estamos ante una recreación de nuestro mar, simplemente, sin complejos figurativos, desarrollado exhaustivamente en formatos diversos, en momentos distintos y en rincones poetizados. Una visión en la que la soledad de la artista ante su mar se patentiza primordialmente. Sorprende la “monografía” marina de Marta Mariño, sin concesiones. Para mí, poco habituado en los últimos años a la concurrencia de las salas de arte, ha sido una sorpresa el “descubrimiento” de una pintora tan hecha, tan forjada, tan rotunda en su afirmación insular.


Canarias7. Opinión. Domingo 19 de octubre, 1997.
Geológico y desnudo. Por Antonio Perdomo.

Como vivimos en un país pelágico, el canario es un habitante de mar y océano, de brazos marinos, de mirada marina, de tacto marino, un ser que vive aislado en una orilla de la playa, que, en la cesante labor del mar, mediante una tregua y, momentáneamente, ha puesto sus ropas al sol de un peñasco. Cuando sus ojos miran con claridad, ven el mar, todo lo que en él sucede y él transforma. Desde luego, el de M. Mariño no es el sonoro Atlántico modernista que desde la mano de Rubén llegó a las de Tomás Morales. El mar de M. Mariño no cobija barcos en las ensenadas, detesta puertos y bahías en sus costas en el que los estandartes de las escuadras son lienzos de una foto de familia, obvia los marinos con barba y pipa que, en las tabernas del mar cantan canciones y levantan sus brazos de reyerta enardecidos por los vapores del ron, ni es cómplice de flotas que encallan sus proas herrumbrientas como cetáceos enfermos.


Diario de Las Palmas. Viernes de evasión.
Primera intuición de la infinitud. Por Patricia de Pablo.

La artista Marta Mariño, cautivada por la certidumbre inacabable del mar, nos presenta su nueva serie, “Maresía”.
En estas piezas se cita el mar de la orilla, un espacio que Marta se atreve a alcanzar con sus pies. Ese conjunto de obras tienen claramente un pulso más vitalita en su desarrollo, que aquellas otras que se agrupan alrededor en los mares en los que la pereza del horizonte se funde con unos cielos temibles. En estos últimos cualquiera podría ahogarse, y desde el fondo de las aguas, recostado de espaldas sobre el limo, escuchar el lenguaje de las algas y mirar buscando su rostro perdido en las lumbres del agua.


La linde de la percepción. Lindes de Marta Mariño. Por Sergio Domínguez Jaén.

Y es de noche, y aquí la luz define su objeto y su actividad, define su sustancia. Si plásticamente ha sido una mirada donde los planos de color sujetos a la construcción geométrica dan el motivo de la pintura, elaboran el mensaje de la representatividad, ahora la luz establecida por el ser humano en un paisaje electrificado, deja que otra experiencia pictórica crezca en la proximidad de la distribución de la luz en el pale. La capacidad del objeto para devolver la luz que recibe es captada por la retina y reposada en la superficie, no es homogénea, ni su paseo por la pieza, ni su impresión: pálida, amarillenta, blanquecina, se apoya sobre el color que hace nacer. Hay también una luz que aparece y parece muda, que no dice ni es dicha, pero tampoco calla, la luz crea el espacio y lo transita verticalmente.


Domingo 4 de abril, 1999.
Marta Mariño, en el ateneo. Por Luís León Barreto.

Sin concesiones a la comercialidad – ni un lienzo con su marquito, ni tampoco una recuperación estelizante sin más -, lo que nos propone Mariño en esta muestra acaso consista en toda una desvertebración  del mito, una reconstrucción basada en la máxima fragmentación. La verticalidad que estaba presente en la anterior muestra es recuperada en la yuxtaposición de escenas sobre tablas sueltas. Los pallets contribuyen a la conformación de un álbum basado en las visiones descoyuntadas, pues sobre ese soporte de maderas deterioradas por el uso, astilladas y rotas, el ojo ha de realizar el ejercicio de poner lo que falta. Verticalidades austeras en tonos grises, colores pálidos de los cielos nocturnos. El primer cuadro fue justamente una escena iluminada con las luces de la noche, y a partir de ella se fue articulando el resto. Contemplamos, así, las traseras de las casa con sus cementos sin pulir, en tonos grises, y también las fachadas que llenan la escena a lo Mondrian. Como en “Maresía”, la pintora muestra su preferencia por los nocturnos: Riscos en penumbra.



Diario de Las Palmas. Viernes de evasión. 9 de abril, 1999.
Riscos fin de siglo. Por Patricia de Pablo.

Marta Mariño inaugura en el Ateneo de La Laguna una serie sobre madera de desecho y la reconstrucción de los riscos de la capital.
Los riscos en los que se inspira Mariño se reproducen  en sus obras partiendo de una de construcción que no elude cierto contenido y aliento intimista. El espíritu experimentador y la manera de enfrentarse al emblemático tema con pericia envidiable, marcan buena parte de los hallazgos logrados en esta nueva serie que se construye partiendo del desecho. Desde los “Lindes” también se puede dominar el paisaje fin de siglo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Estos riscos son los personales límites de la realidad de Marta Mariño, una fisonomía urbana que altera el orden geométrico, planteándonos las débiles diferencias existentes entre la verdad y la mentira, entre la realidad y el deseo, entre el día y la noche…


Canarias7. Arte. Pleamar. Miércoles 13 de octubre, 1999.
La ciudad como pretexto. Por Cayetano Sánchez.

Una de las zonas más significativas de la ciudad alta fue objeto de observación de la pintora Marta Mariño que muestra una mirada asimétrica y nocturna de los Riscos de la urbe.


http:/laspalmas.lanetro.com/arte/criticas. Arte. Viernes 28 de abril, 2000.
Marta Mariño. Por Myluka Ortega.

La visión que Marta Mariño desvela mediante su pintura supone dar otra vuelta de tuerca a lo ya conocido. Marta Mariño escribe en óleos sobre palés un paisaje plenamente familiar que se ofrece a la mirada como un vasto horizonte de correspondencias en que escudriñar. El motivo específico de sus cuadros es “El risco de San Nicolás”, y retratan lo conocido y lo desconocido e invitan a leer entre líneas el significado del Risco en la estructura física de nuestra cuidad.
Con la obra de Mariño sucede como con las metáforas, muestran y ocultan la relación que se da entre órdenes de la realidad. En las pinturas de Marta Mariño la noche nunca es negra. Siempre es azul. Resulta difícil mirar nuestro paisaje urbano sin experimentar un poco de nostalgia comparativa.


La Provincia. Exposiciones. Viernes 29 de abril, 2000.
Nocturnidad azul. Marta Mariño expone en el CICCA “Cercanías”, otra mirada al risco. Por Julieta Martín.

Los contornos superpuestos de casas que trepan ladera arriba se ven inundados del azul oscuro que acompaña a la noche. Nocturno en azul, noche nunca negra, porque la luz artificial de las ciudades adquiere en el risco nuevos marices. La montaña tiene su propia luz. Está plagada de farolas que iluminan y separan a unas viviendas que, de otra forma, permanecerían en la oscuridad, envueltas en su propia uniformidad desordenada. Y, en medio de este enjambre, sólo el cielo inmerso y alguna que otra palmera como testimonio de una montaña que un día fue verde.


Canarias7. Cultura. Miércoles 26 de abril, 2000.
Una mirada fragmentada y cercana a Las Palmas de Gran Canaria. Por Guezuraga.

El CICCA inauguró ayer la exposición “Cercanías”, una  muestra de algunas obras de Marta Mariño que permanecerá abierta hasta el próximo 12 de mayo.
La artista grancanaria plantea en el teatro de pinceles y lienzos de la pintura, un argumento de costumbre y cercanía, de ahí el título genérico de la muestra, protagonizado por unos tonos azules arrebatados con elegancia al mar y al cielo de nuestro Archipiélago.


La Provincia. Cultura. Exposiciones. Sábado 29 de abril, 2000.
Nocturno. Por Eduvigis H. Cabrera.

La visión que Marta Mariño desvela mediante su pintura supone dar otra vuelta de tuerca a lo ya conocido. Lejos del deslumbramiento solar de Oramas y el facetado geométrico de Monzón, fuera asimismote las diversas interpretaciones diurnas ofrecidas por la tradición plástica local. Sin olvidar que estas referencias siguen presentes, condicionando nuestra mirada, la artista se arriesga a girar el espejo para sugerirnos una contemplación distinta. El azul nocturno apaga los tonos de las fachadas, enciende la luz artificial. Luciérnagas del interior, focos extremos que señalan engañosos perfiles de tejado a dos aguas – aquí sólo cabe la vivienda cubiforme en alzado creciente -, el empeño simple de colocar encima otra más. La noche difumina los trazos, no es fácil establecer límites. Podría tratarse de una estructura única troceada a capricho. Las paredes se aproximan hasta fundirse unas en otras con absoluto recogimiento. El conjunto desprende intimidad y misterio. El decorado adquiere tintes de hogar encendido.


La Provincia. Cultura. Exposiciones. Sábado 29 de abril, 2000.
La escritura sobre palé. Por J.M. Marrero Henríquez.

Con la obra de arte de Marta Mariño sucede como con las mejores metáforas, que a la vez muestran y ocultan la relación que se da entre órdenes diferentes de la realidad y que señalan correspondencias desatendidas, ya existentes o insólitas, ya raras, ya extrañas o inusitadas. No otro artificio late en el origen de la sinestesia, en el color de las vocales, en el olor de los sonidos, en el sabor de los recuerdos, en la inteligencia de un sentimiento, en la intuición razonada.
O en la atmósfera de creada sobre un palé. Marta Mariño escribe en óleos sobre palés un paisaje plenamente familiar que se ofrece a la mirada como un vasto horizonte de correspondencias en que escudriñar. Fecundos por su poder sugerente, concretos por ser su motivo específico el del Risco de San Nicolás, los palés de Marta Mariño participan  de lo conocido y de lo ignoto e invitan a una lectura que aglutina múltiples actos de reflexión desde el significado del Risco en la estructuración física de nuestra creciente ciudad, hasta su papel iconográfico en la historiografía de nuestro arte y en la conformación de la dinámica de su identidad.


Exposición. Viernes 5 de mayo, 2000.
Cercanías. Por Sergio Domínguez Jaén.

La linde de la percepción.
Hay una linde que se cruza mentalmente entre la percepción y la representatividad, entre el objeto y el sujeto que inquiere en el espacio y fortalece su veracidad acercándose y asimilando el contenido de lo mirado. En aquella realidad que se tenía expuesta, la naturaleza entregaba el objeto de la mirada entre este y la adecuación al concepto que se poseía de él dejaban el marco preciso para no equivocarnos. Así caminábamos por la senda más real de la representatividad y los sentidos. Lejos aún de la fragmentariedad que se adueño de lo conocido y acertado, se fue acrecentado la duda de lo que se pensaba y veía, de lo que se tenía por cierto y duradero. Y el paisaje, en un inaugural recorrido por la cercanía, fisonomía de otra realidad, es visto como un mundo insaciable, lejano, íntimo, como si fuera el dictamen del orden cósmico y desconocido, y de tan distante llegara a ser metafísica más que física, no por la pregunta en sí, sino por el modo especulativo de acercarse a él con el cuerpo o con la mente.


Canarias7. Cultura. Espectáculos. Jueves 11 de mayo, 2000.
Culturas en la distancia. El risco nocturno. Por Jonathan Allen.

La imagen que se desprende, fragmentaria, con todas las connotaciones contemporáneas que subraya Eduvigis Hernández en su texto, narra una realidad urbana remozada. El risco tras el nuevo tratamiento de color recibido, ya no es el enjambre ordenado de colores Oramas, que también captó Massieu y Matos en los años 20, sino una imagen suavizada por los tonos pastel; esta nueva irradiación del color está presente en las fachadas que ha pintado Mariño, y parece contribuir a la sensación de lejanía y de distancia que refuerza el efecto de extrañamiento ya creado por la noche. Las tablas bastas de los palets no son el soporte idóneo para el óleo que sin embargo trabaja la pintora; éstos hacen más intensa la precariedad de la imagen y también cambian su orientación realista. Las parrillas de madera determinan además la naturaleza de lo fragmentario, al ser mayor o menor los espacios entre las tablas.


La provincia. Opinión. Domingo 14 de mayo, 2000.
“Cercanías” de Marta Mariño. Por Paloma Herrero.

La pintora nos ofrece una visión muy particular de los riscos que dominan la ciudad de Las Palmas, y que tantos pintores han tratado, desde la visión casi impresionista de Colacho Massieu, creador del paisaje grancanario al aire libre a la concepción de cubismo figurativo de las pinturas canarias de Felo Monzón, las más indigenistas de Santiago Santana o las brillantes de colores puros de Jorge Oramas desde las tristes ventanas del hospital. Las casas cúbicas de los riscos, típicas del paisaje canarios y sus colores variopintos, las de tejados a doble vertiente, menos comunes, son abordadas por la pintora desde una visión nocturnas. Realizadas en óleo sobre madera, pero en una madera muy particular, los “pales”, entramado a modo de persiana con separación entre los delgados listones, que la artista recoge en el mercado o en las obras de construcción y revaloriza, convirtiéndolo en obra de arte.


Internet. Google. Marta Mariño. 11 de agosto, 2006.
Resultados 1-10 de aproximadamente 1.970.000 de Marta Mariño.


Marta Mariño – Hespérides
La muestra se cierra con la obra de Marta Mariño. Para esta exposición la pintora se sujetó a lo que la mitología narra, en ella sustentó sus conclusiones…

Marta Mariño Casillas –
MARTA MARIÑO CASILLAS.
wwwculturadecanarias.com/arte/martaweb/
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InfoNorte Digital, información del norte de Gran Canaria
MARTA MARIÑO EXPONE EN EL MUNICIPIO DE ARTENARA…La pintora Marta Mariño muestra su obra en un a exposición en el centro cultural de Artenara…

agenda cultural – DiversiaDigital.com
CIRCUITO INSULAR DE ARTES PLÁSTICAS: Marta Mariño…En esta ocasión se presenta obras de Marta Mariño, pintora nacida en Las Palmas en 1954…

Mega Latina- La Mega en Internet
El cuadro, del que es autora la pintora Marta Mariño, representa una pareja de baile y…
Marta Mariño, pintora que realizó su primera exposición en 1977…

Cultura Día a Día en Internet
La creadora Marta Mariño (Las Palmas de Gran Canaria, 1954) inaugurará el próximo…
Marta Mariño, ha venido en los últimos años sustituyendo el lienzo como...

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                                                BOTELLA AL MAR[1]
                       
                                               

El territorio más extenso de una isla es el mar: su azul invasor está en todas partes. Desde el centro los oteamos en la lejanía subido al horizonte alto y erguido como si quisiera derramarse por los barrancos; en la periferia es el solícito camino que se echa a nuestros pies  y nos deja ir a otra isla –con lo que compartimos ese territorio que no puede ser sino común.
El mar ocupa íntegramente el alcance de la mirada insular. Y siendo, como es, el espectáculo primero del ojo, lo han observado con preferencia casi exclusiva los escritores, y muy poco los pintores –que tienen en la percepción visual de las formas el fundamento de su trabajo. En Canarias el mar ha llenado muchos libros y muy escasos lienzos. Parece que la potencia expresiva de las tierras, y la de los hombres, haya borrado la omnipresencia del mar. El mar es una nota a pie de página en el volumen de la historia del arte en Canarias.
Algo se ha modificado la sequedad de ese signo en los últimos años: Pedro González, y algunos de los artistas integrantes de la generación de los 70 –Gonzalo González, Juan José Gil, José Antonio García Álvarez- han convertido al mar en uno de los motivos recurrentes de su pintura; Orilla (1993), de Juan José Gil, El mar (1994), de Pedro González y Sólo el mar (1995), de García Álvarez, constituyen trabajos monográficos que lo han sacado del liminar de aquella historia situándolo en un discreto cuarto de página.
A esa nómina escasa se añade el nombre de Marta Mariño.
Hay seres que arrastran ciertas fatalidades: Marta Mariño había de encontrarse ineludiblemente con el mar que va en su nombre, y cuya condición íntima la precisa el apellido.
Pues Marta Mariño podría ser uno de esos diminutivos entrañables que dan consistencia familiar a los poemas de Rosalía de Castro: feitiño, louquiña, airiños, homiño, mariño, adjetivos o sustantivos en los que se percibe el olor y el sabor que tiene lo vivido y experimentado muy cerca de los planes más elementales –los afectivos- de la conciencia. Un mar breve, de orilla amorosamente acotada, que asume los movimientos despaciosos de la calma, el ritmo de la respiración del sueño; que abre una espuma blanca, sutil y crujiente y la ofrece amigable a las fauces tragaldabas de la arena; y cuyo olor acre (la maresía) es el que va con el aire a ocupar pacífico la casa, llenando el espacio del estudio, y el de la imaginación.
Los diminutivos en gallego no pueden tener correspondencia en castellano, aquí, desprovistos de “esta falta mimosa que nos temos” suenan débiles, serían palabras deshuesadas, “sin tuétano” diría Unamuno, que iba más a la sustancia que a la esencia. En la escritura de Rosalía son como la respiración del idioma; palabras que se maman el pecho de lengua, que alimentan el ser cuyo oído se hizo al ritmo del corazón materno, y que se expresan un sentimiento profundo; a través de ellos se expresa una forma muy peculiar de percibir la realidad, intransferible a cualquier otro idioma, no traduzamos, por tanto mariño. sintamos qué nombre designa el mar de playa, el que se deja venir por “na pracida ibeira solitaria/ que convida o descanso”, o para decirlo con palabras más cercanas a nuestra geografía literaria, es el mar de la “ola sin estridencias”, “que en un lecho de arena se recuesta a dormir” y que puede experimentarse como “una calma de los dioses”, también al servicio de los ojos del hombre.
Marta pinta esos mariños con verticalidad enjuta: en unos, la arena parece una columna amarilla que sostiene el mar, arriba, como el techo de una casa de la naturaleza; en otros, el mar está abajo, en un rincón a la izquierda, como derramado de un vaso. Un sutil equilibrio hace que el agua no se vuele en aquellos, y que no aparezca aplastada en éstos. El mar siempre está en su sitio como “recompensa después de un pensamiento” es decir: asumiendo la forma pictórica que ha generado ese pensamiento.
El mar ahí es casi siempre una cosa azul, viva y constante que no se aleja de la orilla; lame como perrillo faldero el lienzo y se queda aguardando la satisfacción de una mirada tan plácida y entregada como él. Esos azules son en ocasiones prudentes y se travisten de gris: incluso adensan la sombra y dan con el negro, de manera que parecen más dramáticas; pero sólo es eso: apariencia. Realmente lo que ha habido es un cambio de luz que, de todas maneras, siempre ha sido discreta rehuidora de la estridencia: la mañana o la tarde han dejado paso a la noche: el agua de luna se extiende en una irisación plateada; el negro centellea, quizás más enigmático, pero tiene el mismo acontecer sedado. Compárese este mar con el que aparece en los lienzos de Orilla, de Juan José Gil: allí el mar es una masa espesa, con negros ásperos y pesados que adquieren los tonos ácidos del metal: es el mar que continúa el desastre: el que ha hendido el casco d la nave haciéndola volcar su cargamento de aceite destructiva, y que ahora se arrastra hacia la playa en forma de largos impulsos de betún; su superficie es la corteza de la lengua de un volcán, ya fría dramática, sin esperanza de vida. Las pequeñas olas del otro mar, el de Marta, conservan su levedad de luna, su gracia aérea, su transparencia: son una fiesta tranquila, no una plaga humana.
Este mariño de Marta es también un mar solitario: no hay nadie en la orilla: sólo el mar, ni pájaros, ni hombres, ni árboles, ni casas, ni barcas, solo el mar. Tan diferente a los muy poblados mares de Pedro González y de García Álvarez: un mar que se tiene a sí mismo y se basta. Sin duda existen unos ojos que lo observan; pero esa observación se realiza desde muy lejos: quizás desde la altura de un monte, viendo el mar subido alto al fondo de un barranco verde y rojo; y sobre todo, sintiéndolo respirar en su imaginación.
Es ahí donde se tiene la tentación cuidadosa de atrapar el mar, de trasladarlo, de practicar con él la magia de una metamorfosis: de hacer un cuadro, un espacio de tela donde reflexione sola también (como el mar) la pintura, donde, si interviniéramos los términos de la composición, el mar y la arena (y a veces el cielo) desaparecerían, quedando únicamente los colores sin sus correspondencias formales –un puro ejercicio de pintar- avalados o –negados- por la consistencia o debilidad de su propia fortuna.
Aunque después, para el desfile de las iniciaciones, hablar de cuanto hemos hablado, el espectador debe tener presente este principio, que es justamente el final: la pintura no es su literatura, y es del lienzo de donde no se va el mar.
P.D.: en este texto se han usado entre comillas, versos de Rosalía de Castro, Saulo Torón y Paul Valéry.
           


Mariño
LÁZARO SANTANA


[1] Este artículo se publicó en La Provincia/Diario de Las Palmas en 1997, bajo el epígrafe  “Botella al mar”, y con el título de Mariño; se incluye aquí por expreso deseo del autor como texto de esta etapa creativa de la pintora.


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EN EL OJO DEL COLOR
Juani Guerra

Un Apocalipsis invita a vivir, como escribía el poeta Bernd Dietz; el Apocalipsis artístico de Marta Mariño lo hace desde una sinergia de historia, color y vida diaria que se con/mueve a velocidades de madre religada. Raíces, sangre, madera, oro, el vértigo de la contemplación se hace travesía. La vida de una mujer isleña tiene que haber hecho de lo inexplorado algo rutinario para poder leer El Libro de las Revelaciones como si la Civilización Occidental diera hoy una fiesta de luces para Europa; una fiesta realista, sin máscaras, elaborada con los colores de la mente de una buena pintora-lectora. Una fiesta ilustrada en la más sublime sinuosidad de una Biblia para el siglo XXI.

Nuestra naturaleza occidental nos ha enseñado que el significado no lo crea sólo la historia. El  significado narrativo, el significado emocional y el significado estético que emerge en Marta como percepción de uno de los textos cigüeña de nuestra historia se descubre parte de ella para vivir entre nosotros con el discurso abierto de día a día. Es la vidente versada que convierte al cordero degollado en un pequeño ojo a cuya tragedia no llega la sangre inocente que satura impúdicamente su semiosfera. Es la vidente  que evidencia la pregunta más inquietante en la quietud del ojo del caballo, en los impúdicos dorados de signos de andar hoy por casa cargados de siglos, en la resistencia del color a los designios de las escrituras en los cuatro enérgicos caballos… Los ángeles no parecen tener ningún significado fijo, parecen guiar la búsqueda de significados con la alegría que caracteriza a la autora. El tradicional elemento fantástico ha caído en manos de la pintora real para iniciar un camino más sencillo en el que se aparta de los dualismos porque sólo equivocan.

La pintura-ahí se revela en el umbral del blanco, el que instaura todos los colores; y lo hace en sinergia de eternidad: de esto tratan las revelaciones. Como de una mujer que cruza los cincuenta como cruza una mariposa invisible el ángulo abierto del ojo de un caballo apocalíptico. Una mujer serena haciendo lectura de su pintura para entrar en los colores de su pensamiento. Dejándose llevar por los abismos del  religado siempre ojo avizor. El develamiento de su sabiduría oculta se naturaliza en la pintura como si nuestra época obligara a quitar importancia a los delicados secretos que se van a revelar. La visión, el sueño o el misterio, presentes en cualquier Apocalipsis nos llegan como la luz diaria, como la puesta en vivo de la experiencia religada de la pintora (e)vidente.

En éste Apocalipsis del Color el tema y la trama se proyectan en las formas informes y en los colores imprimiéndoles mayor figuratividad que la de las propias figuras, mayor figuratividad que la de los propios objetos representativos de los distintos conceptos fenomenológicos, ontológicos y epistemológicos que fundan El Libro de las Revelaciones: el caballo, el cordero, o el árbol. El ojo que percibe desde fuera no sabe nunca si el fondo es la figura o la figura el fondo, lo que hace que cada cuadro sea poética de una experiencia corporeizada en Marta la mujer, en Marta la madre, en Marta la compañera, la hija, la hermana, en Marta Mariño la artista y, como no, en Marta la más sensible religada. Y más allá, situado en el vórtice del devenir de su propia obra, poética de una experiencia corporeizada en Marta encuentro-diario de Marta.

Cabe pensar que nadie tira de la manta de la religión como lo hace una madre, y si esta madre es artista que anida en el mar de la desambiguación diaria, las posibilidades de éxito son espaciosas cognitivamente. Consciente de la importancia de la expresión de estos procesos desambigüadores de la historia que nos construye, la pintora abre irreversiblemente algo que sólo pueden abrir unos pocos distinguidos; Marta Mariño siempre enseña con elegancia lo que está escondido para el resto de la humanidad; en vida y en obra. Es una pintura narrada en primera persona. No se narra el fin del mundo, sino el fin de una edad. El tiempo no es catástrofe sino experiencia. El futuro habla en la lengua de los más vivos colores. Es como si por nosotros pasara fugazmente el ojo del color.

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MARTA MARIÑO, LA COHERENCIA Y LA PINTURA

En el año 1991, el suplemento cultural La Fábrica Atlántica del periódico Canarias 7, hacía balance del año anterior,  a lo acontecido culturalmente en el archipiélago y lo calificaba “un año decisivo para la cultura en Canarias” y añadía que “dichos signos llevan a considerar que el arte ha conquistado definitivamente su estatus de una avanzadilla espiritual y transformadora en la sociedad del archipiélago”.[1]
En este suplemento se agrupó a una serie de artistas implicados en las diferentes disciplinas artísticas –entre las que se encontraba Marta Mariño- que habían sobresalido por su coherencia y solidez en la década anterior,  como la música, la literatura la escultura y la pintura entre otras manifestaciones creativas.

No es extraño que a este entusiasmo se sumaran muchos críticos y literatos del arte, puesto que en los años ochenta se empezó a fermentar un ambiente cultural en las islas, y para lo que nos ocupa, concretamente en Gran Canaria, auspiciado por la política cultural del momento,  tanto desde el gobierno de la comunidad, así como desde los cabildos insulares y  las distintas administraciones municipales, que dotaron a los creadores canarios de nuevos lugares y de encuentros entre artistas llegados de diferentes puntos del país.  Con los Talleres de arte actual muchos artistas empezaron su andadura pictórica con maestros de la talla de Lucio Muñoz, Juan Genovés, Hernández Pijoan, Gordillo, Canogar, Jordi Teixidor y otros.[2]

En los años ochenta las exposiciones colectivas de este grupo se sucedieron por las islas y también se escenificaron grandes instalaciones como cuando la Catedral y la Plaza de Santa Ana se convirtieron en soportes con pretensiones de integración en los montajes, de improvisados lienzos colgados de sus excelentes y eclécticas columnas.[3]
Así,  de este compromiso con la cultura canaria, con proyectos de reactivación del mercado y la apertura de galerías, las ayudas de las administraciones públicas a otras artes emergentes como la video creación o los soportes digitales, supuso la reacción del panorama, donde no faltaron los suplementos de los diarios, la apertura de nuevos periódicos y la consolidación de revistas culturales.

Evidentemente todo este movimiento cultural, a veces convertido en frente con alusiones sociales y políticas nítidamente expuestas, no nace por generación espontánea o dicho de otro modo ex nihilo, pues nada en este mundo nace de la nada y menos en el panorama artístico tomando como ejemplo la historia del arte.
Como decía,  se desarrollan interpretaciones plásticas que ya habían hecho mella en el mundo con propuestas universales como el pop, al expresionismo abstracto, la neofiguración, una vuelta de tuerca al surrealismo y por último el conceptual, el minimal y las instalaciones apoyadas en las nuevas tecnologías. En este entramado de corrientes o estilos artísticos, nacen muchos de los pintores que ahora son en las islas, pintores que aparecen y desaparecen según el juego y la combinación político/social y cultural.

Todo hay que decirlo y con la llegada del PSOE al gobierno del estado y después a la comunidad autónoma, se inicia un revulsivo cultural que tiene en común circunstancias determinantes; por un lado no cabe duda de la calidad de algunas propuestas tanto musicales, literarias o plásticas, y por otro lado el detonante de que es la cultura subvencionada la que impera, al tiempo que deja libertad para los creadores en sentido laxo del término, pues aquí también se usó ese apéndice de la subcultura social, cultural y política que aún existe de la clasificación de los artistas por sus tendencias políticas o por sus influencias sociales.

Así, en este renacer se editan interesantes colecciones como “Nuevas escrituras canarias”, se pone en marcha después de una importante reforma La Regenta en Gran Canaria y La Granja en Tenerife, se abre al público el tan ansiado y deseado Centro Atlántico de Arte Moderno que va a jugar el imprescindible papel de puente entre continentes esta vez a un nivel intelectual y artístico, como un instituto superior de las culturas africana, americana y europea, que cumplió en alguna ocasión su cometido y que en otros momentos hasta la fecha los avatares políticos lo han dejado bajo mínimos con discursos amparados en la multiculturalidad , el enfoque femenino de la cultura o monográficas que no corresponden al lugar ni al momento.
Revistas como La Página, Cuadernos del Ateneo, Sintaxis, Hartísimo, Blanco, Balcón,  y otras publicaciones como fanzines,  abren un amplio campo de reflexión con las  culturas europeas y latinoamericanas sobre todo, incluyendo también la  correspondencia entre las academias o universidades repartidas por el mundo.

En este contexto -que de ninguna manera puedo obviar si lo que pretendo es situar esta muestra y porque creo que para estos menesteres sigue siendo imprescindible la hermenéutica-, explota en nuestras pantallas de ordenador el más importante revulsivo del siglo XX: La Internet.. Con esta herramienta el acercamiento de culturas y de formas artísticas es determinante, amén de explorar con estos útiles todo tipo de manipulación de la obra de arte.
Sitúo pues a Marta Mariño en este resurgir de las artes y las letras de las islas, si bien su trabajo se venía gestando antes de los ochenta cuando aún terminaba sus estudios de Bellas Artes, con aquella primera incursión solitaria en la Sala de Arte de Cruz Mayor donde expone una treintena de cuadros sobre la figura humana en ceras sobre papel.[4] .

A partir de ese momento parece que su inclinación por la figuración va a ser determínate en su trayectoria, aunque siempre planee sobre su obra un atisbo de abstracción.  No entraré aquí en pormenores, pues tienen ustedes en las manos los artículos de escritores y críticos que conocen de manera inequívoca la obra de la pintora y se ocupan de sus diferentes etapas.
He querido sugerir una segmentación en la obra, pues aunque se mantenga un timbre particular que hace que reconozcamos sus piezas y alejada de toda serialización que también forma parte del corpus artístico del siglo en otros productos,  su obra se define por un vuelta a una figuración encriptada la mayoría de las veces. Sé que en este punto puede que se deshaga  un conflicto latente, pues hay quien todavía ve en la figuración y no en el realismo,  algo manierista en el sentido peyorativo o caduco del término. En este subjetivismo intelectual no voy a entrar porque no hay por donde cogerlo. Arte es arte y para subjetividad les entrego esta perla a ver quién escribe la tesis subsiguiente a su axioma: “También las pinturas rupestres, las más espectaculares manifestaciones artísticas de la Prehistoria y tal vez de toda la historia del arte) empiezan pronto...(…)[5]


UN LUGAR BAJO EL SOL DEL ARTE-

Entre discusiones acerca de lo qué es y no es arte intento situar a la pintora dentro de este movimiento de las últimas décadas de la pasado siglo y si bien he encontrado un lugar para ella en los ochenta, no puedo dejar pasar la oportunidad que me brindan otros textos y contextos para sugerir alguna cuestión que no termino de ver con nitidez.
Hay que intuir más que saber que según la biografía y el contexto donde Marta Mariño desarrolla su producción, tendría que estar en la década de los setenta, o generación de los setenta si nos atenemos a los  patrones ambiguos de las generaciones que son tan criticados pero que son utilizados como manera de acotar espacios y cronologías que de otra manera se harían insalvables. Y aquí es donde se aprecia con nitidez lo difícil de la propuesta.

Resulta paradójico que tanto en la tesis de Carlos  Díaz- Bertrana[6] como asimismo en los ensayos de Fernando Castro[7] no aparezca ni por asomo, es decir ni siquiera en el sumario ninguna pintora. O no existían aún como tales, o eran muy jóvenes o no seguían las directrices de las corrientes que en ese momento se desarrollaban en las islas como eco de lo moderno.

Tanto es así que de todos los pintores de los setenta solo merecen atención 12 para Carlos Díaz- Bertrana [8] y cuatro o cinco para Fernando Castro[9]. Este último viendo las cosas como estaban y con lo que cree que es inmadurez artística, desconocimiento o manierismo llega a decir como colofón: “Los pintores intentan recuperar antiguas parcelas de la creatividad ligadas a la fruición (sic). Dentro de esta formulación tan amplia  tan laxa, cabe todo, todo vale. El espíritu vanguardista ya no se asume  como un compromiso con el progreso, es decir, como voluntad de superación y de hallazgo[10]
Es el escritor y critico Lázaro Santana, director entonces de Edirca, quien recoge en su análisis de la pintura de las últimas décadas el trabajo de una pintora Pepa Izquierdo a quien dedica una breve reseña por sus trabajos en 1975, es decir que a juicio de Lázaro Santana, esta pintora sí pertenece junto a otros ya mencionados por otros ensayistas a las ultimas tendencias del arte en Canarias, lo que se conoció como “Generación de los setenta.”[11]

Aunque para algunos autores la posmodernidad incluye necesariamente la madurez creativa de la llamada generación de los setenta:”Los 80 significan el anclaje democrático en la sociedad española. Con el triunfo socialista de 1982, os tiempos de la lucha ideológica del tardofranquismo habían terminado. Se imponen entonces  discursos , esteticistas  la mayoría de las veces, que configuran un nuevo espíritu creador.(…) En realidad se trata de la maduración creativa de los artistas de la Generación de los Setenta.”[12]
Sin embargo es en el año 2001 cuando se hace una revisión o si quieren una lectura crítica de lo que el arte ha significado para Canarias en el  siglo XX que acababa de terminar. En este ambicioso proyecto comisariado por Orlando Britto Jinorio con la asistencia de numerosos especialistas, se intenta acercar una perspectiva de un siglo desde la plástica tradicional a las últimas realizaciones como las instalaciones  o la viodecreación. [13]Britto Jinorio, reflexiona sobre este particular que nos preocupaba y escribe:”En esta década-80- se produce afortunadamente  la incorporación y progresiva normalización de la participación de la mujer en el ámbito de las artes plásticas”. [14]
En esta incorporación señala a Marta Mariño y a otras pintoras que ya venían trabajando y mostrando su obra.

En descargo de estas reflexiones está que aún no teníamos constancia de la posmodernidad ni de sus mejores corpus teóricos que aparecen precisamente en los ochenta entre Gilles Deleuze, Jean Baudrillard, Jean-François Lyotard, Michel Foucault, Gianni Vattimo o Jacques Derrida, entre otros, poniendo el acento irónico en el descentramiento de la autoridad intelectual y científica y la desconfianza ante los grandes relatos, matando a todos los padres y madres que en el mundo han sido, volviendo a las tesis nietzscheanas de fusilar la cultura, el gran relato y de relativizar las oscuras y dogmáticas estructuras históricas, narrativas morales, económicas y sociales de la sociedad contemporánea. Lógico: las vanguardias no nos aportan nada porque son parte de ese gran relato ya fenecido o por lo menos agonizante y esto estaba manifestándose inconscientemente en muchos aspectos de la creación y no por ello deja de ser un punto importante en la obra de estos artistas.

DE TÉCNICAS, TEMÁTICAS Y SOPORTES-
En una entrevista a un diario local la pintora aseguraba que los motivos lo elegían a ella y no al contrario; desde esta premisa la obra de Marta Mariño se distingue por un acercamiento a la naturaleza, sin el proceso de mimesis aristotélico, confiriéndole la reflexión necesaria para su incorporación como estructuras simbólicas que caracteriza su obra.
Aunque no es mi intención hacer ni es lugar este para  un recorrido cronológico de la obra de Mariño, por razones obvias como los textos especializados de los autores de este catálogo de sus etapas, así como de su temática, no puedo menos que bosquejar una aproximación a lo que considero más sobresaliente en su trayectoria de estos últimos treinta años.[15] Desde las primeras obras se aprecia una preocupación por la figura humana y por otros seres vivos, así como de estos mismos enmarcados en un paisaje casi difuminado, en tenues colores.
Desde la serie intimista, cuadros grandes que recogen la cotidianeidad, la realidad domestica de los objetos y utensilios de la casa hasta los alimentos básicos, así como la serie del Golf (Galería Vegueta, 1988) donde vuelve a retomar el paisaje llevándolo hasta la abstracción, como elemento decisivo en la obra destacado por encima de la tenue figuración.
En el año 1993 se produce el Encuentro multidisciplinar de Ossorio,[16] donde la autora vuelve a encontrarse con la naturaleza plena y es donde vuelve en la abstracción a sugerir un estado natural primigenio con obra de gran formato y soltura de trazos.
Este experimento concluyó con una gran exposición en La Regenta y en La Granja con  un concierto de las obras concebidas en el transcurso de la estancia en dicha finca. La exposición siguió itinerando por las islas y se editó un cederrón con las composiciones musicales y un soporte de video.
Es en esta época donde se producen circunstancias vitales y artísticas en la realidad de la pintora que va a dejar su huella en los posteriores proyectos. Así la naturaleza y sus inquilinos van sucediéndose desde las cabras o los insectos, así como la fruta o la heterogénea vegetación del entorno.

Pero donde creo que hay un verdadero punto de inflexión es en la obra Cercanías (Cicca, 2000) donde utiliza el pale como soporte para el discurso constituyéndose luego como algo consustancial al propio proceso creativo, a la técnica y a la temática. En esta exposición realiza unas cuarenta piezas de diferente formato en pale y tablas donde recupera una visión de los riscos que orillean la ciudad en una poética difícil de repetir y que desde mi punto de vista supone un lugar importante en la pintura contemporánea. Los riscos, tantas veces recreados por la pintura local desde la regionalista a la vanguardia, se convierten aquí en espacios nocturnos y sinuosos de excepcional belleza. 

Maresía (Colegio de Arquitectos y Club de Prensa Canaria, 1997) es otro lugar importante, pues toma el mar como reflexión primordial en los lienzos, dejando una obra que se injerta en la reflexión que casi todo pintor o pintora de las islas ha hecho sobre este mar que nos distancia y nos une.

La obra sobre madera no abandonará a la pintora que simultanea, junto al lienzo, el óleo  sobre esta materia tan difícil como soporte.  Esta elección de la madera se observa con claridad en la exposición Naturam (Sala de Arte del Cabildo de Gran Canaria, 2003), donde todas las obras expuestas son tablas, abriendo temáticamente un lectura sobre los insectos en su juego con la fruta, donde nos parece intuir la sensualidad de un encuentro entre materias que desaparecen en la finitud de la vida. Asimismo, en la última producción que lleva por título Codex (2006/2007) y que aquí se presenta íntegra, obra toda ella inédita hasta ahora, donde la madera vuelve a ocupar un lugar central.
En esta ocasión es la simbología críptica de uno de los libros más influyentes de la historia occidental el Apocalipsis –La revelación- atribuida al evangelista Juan en la entrada del siglo II d.C., la que toma la variedad de soportes y técnicas para intentar descifrar y plasmar un código de la estructura interna de este libro bíblico. Pero aquí en este contexto como en los anteriores no me detendré porque contamos con verdaderos especialistas en este campo para la introducción de esta parte de la exposición.


Hay también en su producción, como en casi todo proceso creativo, bocetos, apuntes, dibujos, porque si hay una técnica que fue en un tiempo imprescindible y que para muchos historiadores del arte  era condiciones sine qua non era el dibujo, el trazo  maestro euclidiano del dibujo. Pues Mariño posee la cualidad y la calidad inmejorable del dibujo. En esta muestra podemos ver y apreciar la depurada técnica y el trabajo inmenso que posee el interior de la Catedral, donde la perspectiva da un efecto de  penetración en un ambiente que contrariamente a lo que se pueda pensar de esta piedra fría y estos dos mil metros cuadrados de fabrica, dan una sensación de calidez, recogimiento y misticismo que atraviesa la mirada.

Formando unidad con su coherencia situamos unas piezas inéditas que son el fruto  -nunca mejor dicho-de la estancia de la pintora en el Sahara argelino, en los campos de refugiados  saharauis en Tinduf.
En la Hamada argelina, lugar inhóspito y desolado donde los haya y donde un pueblo resiste en condiciones inhumanas. De esa experiencia surgieron muchos apuntes y obra sobre madera,  donde tanto el material empleado así como la técnica permiten a un tiempo profundizar en la condición humana, como en la poética que todo occidental concibe indefectiblemente en el desierto, lugar de amparo y acogida de este pueblo especial expulsados de su origen, manteniendo con dificultad su identidad cultural.


LOS AÑOS PINTADOS EN UNA TRAYECTORIA COHERENTE Y ENTREGADA

Este texto que ahora concluyo, justifica desde mi subjetividad este proyecto de muestra pública de la obra de Marta Mariño. Mariño es una de las pintoras más sobresalientes de su generación, con una trayectoria coherente con su forma de entender la pintura y con una clara vocación individualista lejos –para bien o para mal- aún no lo sabemos-, de los juegos plásticos que se han sucedido como corrientes, y es interesante corresponder a la etimología de la palabra porque la corriente arrastra y a veces solo quedan residuos en las playas de las islas.

En este momento donde tocan toda clase de revisiones y donde más se ha difuminado el sentido del arte, es una excelente ocasión para valorar en su justa medida estos treinta años de trayectoria creativa de Marta Mariño con la percepción que nos permita ver más allá de los propios acontecimientos o las etiquetas al uso.
En Canarias y en todo el mundo, son los escritores, poetas o narradores, más que historiadores del arte los que han llevado la tarea crítica, término utilizado como eufemismo, porque lo que se ha hecho es literatura sobre el arte y todo hay que decirlo: inmejorable literatura sobre el arte y a la historia y documentación me remito. Desde el Hombre en función de la paisaje de García Cabreara, hasta la magnitud e intuición de Agustín Espinoza, Westherdal, Pérez Minik, Lázaro Santana, Fernando Castro, Sánchez Robaina o Ángel Sánchez., por citar a unos pocos que han ocupado mucho tiempo de su vida en el arte.

Si estas líneas comenzaban con una celebración de la cultura canaria en los noventa, resulta interesante señalar que muchos de los pronósticos allí planteados se han hecho realidad, pues los que eran promesas ahora son realidad y los que eran realidad ahora están en  el camino o han cogido una bifurcación personal. Una opción vital que aún no apareciendo con demasiada asiduidad en la red cultural siguen haciendo su obra como corresponde a la madurez expresiva.
Permítanme un cita del gran pensador Steiner, recogida por Jerome Bruner[17]:”Steiner empieza refiriéndose a la aparente arbitrariedad de todos los juicios de valor, tanto estéticos como morales:”de gustibus non disputandum” ninguna proposición estética puede calificarse de correcta o incorrecta”.
Así con esta cómoda referencia al juicio-Platón, Kant, Heidegeer, Gadamer-  termino este análisis contextual de la que creo es una trayectoria de coherencia entre lo sentido y lo realizado de Marta Mariño, a la espera de que el arte siga ocupando su lugar en la experiencia humana, experiencia de la realidad, del misterio que es el prójimo y el medio que nos rodea, pues no hay organismo sin medio y a las puertas de que las ciencias cognitivas sigan despertando las conciencias y aborden desde perspectivas más cercanas el mundo del arte, donde indudablemente surgirán tantas sorpresas que ahora son impensables.


[1] Cuadernillo central del periódico Canarias 7. La Fábrica Atlántica, Rodríguez Gago, Víctor. 1991
[2] En este capítulo no olvido el significado profundo que surgió del Manifiesto de El Hierro, Contacto 1 o las intervenciones del grupo Zaj. La intención de este texto es acercarnos más a la maduración de los artistas  en los ochenta, sin perder de vista todo lo que aconteció en la posguerra y en la etapa democrática a partir de 1975.
[3] A este respecto, recuerdo también la extrañeza, el rechazo y la incomprensión de algunos exponentes de la cultura como Néstor Álamo al que vi llorar delante de una catedral  engalanada con lienzos que colgaban pintados.
[4] Marta Mariño, Ceras, 14-30 septiembre ,1977. Departamento Cultural Cruz Mayor. Las Palmas de Gran Canaria.
[5] Arsuaga, Juan Luis; Martínez, Ignacio, La especie elegida, pp. 340-341. Ediciones Temas de Hoy., 2006.
[6] Díaz-Bertrana, Carlos, Ultimas tendencias de al arte en Canarias, Colección la guagua, Mancomunidad de cabildos, Las Palmas de Gran Canaria,1982
[7] Castro, Fernando, Las artes plásticas después de la GuerraCivi. Historia del arte en canarias, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria , 1982
[8] Opus citatum, pp. 308-311.
[9] Opus citatum, pp. 26-43.
[10] Opus citatum, p311
[11] Santana, Lázaro, Notas sobre el arte canario, Canarias siglo XX, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1983
[12] Darias Príncipe, Alberto, , García de Paredes Pérez, Eugenio Alfonso, Arquitectura , urbanismo y plástica, Enciclopedia temática e ilustrada de canarias, CCPC, 1999, p.328
[13] Canarias siglo XX, VVAA. Instrumentos para el análisis del arte de un siglo. Gobierno de Canarias 2001, Islas Canarias.
[14] Britto Jinorio, Orlando, Opus citatum, p. 241
[15] Remito al lector interesado a la importante bibliografía, tanto en catálogos como en textos en prensa y revistas especializadas que se reseñan en este mismo volumen y donde encontrará ensayos de cada una de sus etapas creativas.
[16] En Verano de 1993 se reúnen en la finca de Osorio bajo el proyecto denominado Anastomosis, una quincena de  artistas pertenecientes a diferentes disciplinas como la fotografía, Andrés Solana y Ángel Luis Aladai, escritores Ángel Sánchez, Javier Cabrera, Rosario Miranda, Sergio Domínguez-Jaén; músicos,  José Carlos Suárez, José Luis Moreno y Salma Tabraue; Pintores/as Sira Ascanio, Alfonso Crujera, Juan Guerra, Pilar Rodiles, Agustín Hernández y Marta Mariño
[17] Bruner, Jerome; Realidad mental y mundos posibles; Gedisa, 1988